Me llamo Pelayo, de Gijón (Asturias), cosecha del 76, y trabajo en una de las cosas que más me gusta hacer, que es enseñar (y me encanta aprender, soy muy curioso). Salvo un año que he trabajado como investigador para la Universidad de Oviedo, el resto del tiempo me he dedicado a ser profesor de Dibujo Técnico en la Escuela de Arte de Lanzarote y en la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias, y profesor de Tecnología e Informática en Cantabria, y centrándome personalmente en la formación online. Me apasiona el desarrollo tecnológico, las nuevas tecnologías que mejoran la calidad de vida de las personas, la música, el deporte…
De mi padre y de mi abuelo heredé el amor por enseñar, por aprender, por el deporte, la naturaleza y los animales (de hecho mi padre era maestro de profesión y entrenador de atletismo) y desde que tengo consciencia he estado en el mundo del atletismo, y de la montaña yendo a las excursiones del grupo de montaña del C.P. Asturias, colegio en el que estudié y en el que mi padre era maestro.
Mi abuelo era frutero en Oviedo y alquilaba bicicletas. Lo llamaban «el frute«. Aficionado a la montaña, allá que se iba mundo alante con el grupo de montaña «El Civilu» de Oviedo, y anda que no habría historias que contar. La bici para él era su medio de transporte, tanto era así que murió con las botas puestas, a los 80 años su corazón dijo basta coronando el Alto de la Madera (Siero).
Mi padre en sus tiempos mozos fue ciclista también. Como os podréis imaginar, un gran aficionado al ciclismo. Además de futbolista con el Pumarín de Oviedo. Pues esto implicaba que además de ir de vacaciones de camping (contacto con la naturaleza) íbamos a ver etapas de los Pirineos del Tour de Francia.
Creo recordar que fue en el año 92 cuando me regalan mi primera bicicleta de montaña, una mítica BH Top Line Alu 200, alias Rocinante. Imaginaos, si me gustaban las excursiones de montaña y el senderismo, y la bici, todo ello unido ¡bufff!. Ahí empezaría un amor que no tendría fin (algo que está de por sí en mis genes).
Paralelo a todo esto, en el último año de la EGB empecé mis estudios de música y piano, otra de mis grandes pasiones. Empezaría también a participar en varios coros (pero mi voz no es nada del otro mundo jeje, quizás explique el tiempo que tenemos por el norte).
En mi época universitaria, seguía con el atletismo, por afición más que por rendimiento, con la música, con el monte y con la bici. Descubrí las vacaciones en bicicleta con mi amigo Aitor, así que un verano hicimos nuestro primer tour cicloturista por el noroeste peninsular (Asturias – León – Zamora – Norte de Portugal – Orense – Lugo -Asturias) totalmente improvisado (pretendíamos ir a Valencia jeje), y al siguiente año nuestra particular Transpirenaica aventurera.
También en esa época me empezó a dar por el baile, y me apunté a clases de bailes de salón. Me gustaron. Así que empecé a participar en los cursos de Baile de «Abierto hasta el amanecer» de Gijón.
Tras la universidad vinieron los años de incertidumbre laboral, búsqueda de trabajo, cambios de lugar de residencia, una relación sentimental a distancia infructuosa… razones que hiciera dejar a un lado el deporte, la naturaleza y tener cierta ansiedad que daba lugar a atracones de comida. Resultado: un sobrepeso rozando la obesidad (y peso de 3 cifras).
Llegó un momento que dije «Basta», vivía en Reinosa, empecé a salir al monte, me compré bici nueva, y me enteré de una marcha btt que llamaban «El infierno cántabro», los 10000 del Soplao. No dudé en apuntarme. El día de la prueba lo pasé como un enano, aún a pesar de ir totalmente fuera de control (para que os hagáis una idea quien conozca el antiguo trazado a las 18h llegaba al avituallamiento de Juzmeana bajando de El Moral). Para mí fue un día de orgullo, de disfrute, de fiesta de la bici, y «el año que viene vuelvo bien preparado».
Al año siguiente me preparé como nunca, bajé 20kg, supermotivado hasta que 20 días antes de la prueba ¡zas! me atropella un coche que se salta un ceda el paso. Como resultado, cabeza del húmero fisurado y el hombro un «mírame y no me toques». Adiós estado de forma, otra vez kg de más, y «hombro doloroso». Pierdo un poco la ilusión.
Estuve un año paradete pero volví a coger la bici (bici nueva gracias a la indemnización que la otra quedó para desguace), con precaución porque apoyarme bruscamente con el brazo era ver las estrellas y estar dos semanas con el hombro dolorido, volví a retomar clases de bailes latinos (que también veía las estrellas con algunas posturas del brazo), me apunté a un curso de música afrocubana, y descubrí un nuevo baile llamado Zouk.
Y ¿Ahora? con una nueva ilusión, un nuevo proyecto, que aúna mis aficiones con una causa solidaria. Para saber más, sigue en el menú «Mis causas solidarias».